Escena de ligue anormal.

Estoy convencida que en algún lugar hay un par de guionistas de comedias gringas que se entretienen escribiendo mi vida. No sé como hacen que me pasen las cosas, pero estoy convencida que me utilizan como una especie de programa piloto de bajo presupuesto. Si les parece suficientemente gracioso lo que pasó conmigo en un par de semanas le pasará a alguna chica en una serie comiquísima que no conozco y no sigo.

La noche estaba avanzada, ya nos habían corrido de un bar, llegamos a otro. Por alguna extraña razón me sentía sociable y con intención de acercarme a algún desconocido. Yo no sé hacer esas cosas, usé un método bastante rudo.

-Hola, disculpa ¿tendrás un cigarro?
-Sí, claro.
Saca el cigarro y busca en sus bolsillos un encendedor. Su amigo me enciende el cigarrillo pues encontró antes una cajita de cerillos. En ese momento uno debería de soltar una frase ingeniosa e insinuosa, pero no, yo no sé hacer eso. Ergo me quedo parada frente a ellos fumando mi cigarro, era como si dijera: Ahora me hablan porque me hablan.

Uno de ellos me habló, era guapo y se veía interesado en mí, yo estaba muy contenta. Nos sentamos abajo de unas escaleras y empezamos a hablar.

Él: Yo me llamo Pájaro. No es el nombre que me puso mi papá, él me quiso poner (inserte aquí cualquier nombre del santoral), ese es el nombre que aparece en todos mis registros y documentos. Pero no, yo me llamo Pájaro, lo sé porque yo soy como uno de ellos.
Yo: En Buenos Aires tomé una clase de ornitología, son chidos los pájaros. (Aquí los guionistas, si la escena pasa, introducirán risas grabadas). ¿Estás estudiando aquí?
Él: No, yo vivo en el desierto, ahí tengo mi casa, vivo de autoconsumo, ahí tengo mis plantitas. Acá estoy de paso, mañana voy a Vercruz a un curso de cultivos hidropónicos.
Yo: Ha de estar chido, eso de vivir en medio del desierto y no necesitar nada que no puedas producir.
Él: Pues, no te creas, a veces, en la inmensidad del desierto uno se siente solito (risas grabadas)
En este momento, los mezcales y las cervezas se me dispararon en la sangre. Pasé de un estado de alegre y vivaracha hasta José José.
Él: Le importa si le toco el cabello.
Yo: No
Y entonces se va acercando a mí, pega su nariz a la mía. Por un lado mi cerebro me dice "primer intento, primera victoria. Es guapo" pero por el otro sólo escucho un susurro "Pájaro, pájaro!" (risas grabadas). Me decido por ignorar su segundo bautizo, no me muevo pero de pronto llega un mareo y una náusea tremenda. Invento cualquier cosa, anoto su número en el celular y salgo a vomitar a una jardinera. Voi me tiene que llevar a casa dónde me doy un baño y me meto a la cama.

Aquí termina la secuencia. Soy el piloto de una chica mucho más guapa que yo y entonces se vuelve un poco inverosímil su pésima suerte para el ligue. Pero no importa, los guionistas de verdad pasan un muy buen rato poniéndome en situaciones así.

Jean Cocteau

Nada me parece más absurdo que las citas innecesarias. Pero esta debe de ser compartida.

Opio (fragmento)
“El decir a un fumador en estado continuo de euforia que se está degradando equivale a decirle a un pedazo de mármol que está siendo deteriorado por Miguel Ángel, a un pedazo de tela que está siendo manchado por Rafael, a una hoja de papel que está siendo emborronada por Shakespere o al silencio que está siendo interrumpido por Bach.”

Jean Cocteau

Hay noches

Hay noches que parecen producto de una imaginación cansada. Que, como los sueños, se componen de fragmentos que no siempre se pueden unir porque están dislocados en el el tiempo y el espacio.

"¿Qué haces? márcame, no tengo saldo" El mensaje lo envié en un taxi que navegaba sobre la corriente. Aprteté el chaleco salvavidas contra mi cuerpo. Había algo en mis dedos huesudos que me impedía dejar de fumar.
-¿Un café? ¿Un trago?
De pronto estábamos en un bar vacío con música muy alta, pero luego se convirtió en un café sesentero y me regalaban un martini. Y luego estabamos en mi casa y bailábamos y yo estaba vestida igual que en una fotografía. El martini se había vuelto ron.

A la mañana siguiente, un mensaje en el celular me sirvió como evidencia de que a pesar de que funcionó oníricamente, la eterna noche fue real.